miércoles, 27 de noviembre de 2013

Su gran vida musical.

Chaikovski escribió varias obras que son populares entre el público aficionado a la música clásica, entre las que se encuentran Romeo y Julieta, la Obertura 1812, sus tres ballets (El cascanueces, El lago de los cisnes y La bella durmiente) y la Marcha Eslava. Estas, junto con dos de sus cuatro conciertos, tres de sus seis sinfonías numeradas y, de sus diez óperas, La dama de picas y Eugenio Oneguin, son probablemente sus obras más familiares. Casi tan populares son la Sinfonía Manfredo, Francesca da Rimini, el Capricho italiano y laSerenata para cuerdas. Sus tres cuartetos de cuerdas y tríos para piano contienen bellos pasajes, así como sus 106 canciones siguen siendo interpretadas en recitales. Chaikovski también escribió unas cien obras para piano, a lo largo de su vida. Brown afirma que «aunque algunas de ellas pueden ser exigentes técnicamente, la mayoría son composiciones encantadoras, no pretenciosas, dirigidas a pianistas aficionados». Añade, no obstante, que «hay más atractivo e ingenio en estas piezas de las que cabría esperar».

Ámbito creativo

La educación formal que recibió Chaikovski en el conservatorio le permitió escribir obras con tendencias y técnicas orientadas al estilo occidental. Su música es una muestra de un amplio ámbito y amplitud de técnicas, desde una forma «clásica» equilibrada simulando la elegancia rococó del siglo XVIII, hasta un estilo más característico de los nacionalistas rusos, o (según Brown) un idioma musical expreso para canalizar sus propias emociones trastornadas. A pesar de su reputación como «máquina de hacer llorar», la auto-expresión no era un principio central para Chaikovski. En una carta a von Meck del 5 de diciembre de 1878, le explicó que hay dos tipos de inspiración para un compositor sinfónico, una subjetiva y otra objetiva, y que la música programática puede y debe existir, al igual que es imposible exigir que la literatura se las arregle sin el elemento épico y se limite únicamente al lirismo. Igualmente, las grandes obras orquestales que Chaikovski compuso pueden dividirse en sendas categorías: las sinfonías en una y otras obras, como los poemas sinfónicos, en otra. De acuerdo con el musicólogo Francis Maes, la música programática como Francesca da Rimini o la Sinfonía Manfredo eran en su mayor parte el credo artístico del compositor como una expresión de su «ego lírico».Mas también identifica un grupo de composiciones que están fuera de la dicotomía de la música programática contra el «ego lírico», donde Chaikovski tiende a la estética pre-romántica. Entre las obras de este grupo se encuentran las cuatro suites orquestales, el Capricho italiano, el Concierto para violín y la Serenata para cuerdas.cabría esperar».

Recepción y reputación

Aunque la música de Chaikovski ha sido siempre popular entre el público, frecuentemente fue juzgada duramente por músicos y compositores. Sin embargo, su reputación como compositor de importancia está hoy en día aceptada. Su música ha ganado seguidores en las salas de conciertos de todo el mundo, en segundo lugar justo por detrás de Beethoven, gracias en gran parte a lo que Harold C. Schonberg califica de «una dulce, inagotable y supersensual fuente de melodía... con un toque de neurosis, tan emotivo como un grito desde una ventana en una noche oscura». Según Wiley, esta combinación de melodía sobrecargada y emoción recargada polariza a los oyentes, con un popular ruego de la música de Chaikovski compensada con el desdén crítico hacia ella entendida como vulgar y carente de pensamiento elevado o filosofía. Recientemente, la música de Chaikovski ha recibido una revaluación profesional, en la que los músicos reaccionan favorablemente a la música llena de melodías y su artesanía.
Consideraciones sobre su público
Chaikovski creía que su profesionalidad en combinar su talento y altos niveles de calidad en sus obras le distanciaban de sus contemporáneos del «Grupo de los Cinco». Compartía varios ideales suyos, incluyendo un énfasis en el carácter nacionalista en su música. Su intención era, no obstante, unir esos ideales con un estándar lo suficientemente alto para satisfacer los criterios de Europa Oriental. Su perfeccionismo, además, impulsó su deseo de alcanzar un público mayor, no sólo nacional sino internacional, que fue lo que finalmente logró.

Chaikovski pudo haberse influido del mecenazgo mayoritario denominado del «siglo XVIII» prevalente en la Rusia de aquella época, que todavía estaba profundamente influido por su aristocracia. En este estilo de mecenazgo, el mecenas y el artista a menudo estarían en igualdad de condiciones. Las dedicatorias dirigidas a los benefactores no eran un acto de humilde gratitud sino expresiones de su asociación artística. La dedicatoria de la Cuarta Sinfonía a von Meck se sabe que significó un sello sobre su amistad. La relación de Chaikovski con el duque Konstantín Konstantínovich nació a partir del fruto creativo de las Seis canciones, Op. 63, para las cuales el gran duque escribió la letra. Chaikovski no tuvo conflictos de estilo en tocar para los gustos del público, aunque nunca se demostró que satisficiera otros gustos aparte del suyo propio. Los temas patrióticos y el estilismo de las melodías del siglo XVIII en sus obras concordaban con los valores de la aristocracia rusa.

Estilo compositivo

De acuerdo con Brown en el New Grove (1980), las melodías de Chaikovski van del «estilo occidental al  


estilismo de canciones populares y en ocasiones las mismas canciones populares». Su empleo de repeticiones con estas melodías generalmente reflejan el estilo secuencial de las prácticas occidentales, las cuales Chaikovski extendía en una inmensa longitud, construyendo «una emocionante experiencia de intensidad casi insostenible». Experimentó en ocasiones con métricas inusuales, aunque usualmente, como en sus melodías de danza, empleaba una firma, en esencia un compás regular que «a veces se convertía en el agente más expresivo en algunos movimientos debido a su enérgico uso».Chaikovski además practicó con un amplio rango de armonías, desde las prácticas de las armonías y texturas occidentales de sus primeros dos cuartetos de cuerda al empleo de la escala de tonos enteros en el centro del final de su Segunda Sinfonía; esta última era una práctica que solían usar el Grupo de los Cinco. Debido a que Chaikovski escribió la mayoría de su música para orquesta, sus texturas musicales estaban condicionadas cada vez más con los colores orquestales que empleaba, especialmente tras la Segunda suite orquestal. Brown mantiene que mientras que el compositor estaba habituado a las prácticas orquestales de Occidente, él «prefería diferenciar los colores orquestales haciéndolos más brillantes y definidos según la tradición establecida por Glinka». Tendía a emplear más los instrumentos agudos por su «veloz delicadeza», aunque equilibra esta tendencia con «una certera exploración de los sonidos oscuros e incluso lúgubres de los instrumentos de metal».




Impacto
Wiley cita a Chaikovski como «el primer compositor ruso de un nuevo tipo, totalmente profesional, que asimiló con firmeza la maestría sinfónica de la tradición de Europa Occidental; en un estilo profundamente original, personal y nacional en el cual unificó el saber hacer de Beethoven y Schumann con las obras Glinka y transformó los logros de Liszt y Berlioz en la música programática en materias de elevación shakesperiana y de importancia psicológica».
Chaikovski creía que su profesionalidad en combinar su talento y altos niveles de calidad en sus obras le distanciaban de sus contemporáneos del Grupo de los Cinco. Compartía varios ideales suyos, incluyendo un énfasis en el carácter nacionalista en su música. Su intención era, no obstante, unir esos ideales con un estándar lo suficientemente alto para satisfacer los criterios de Europa Oriental. Holden sostiene que Chaikovski fue el primer compositor ruso profesional legitimado, afirmando que sólo las tradiciones de música popular y la música de la Iglesia ortodoxa rusa existían antes de nacer él. Holden continúa, «Veinte años después de la muerte de Chaikovski, en 1913, La consagración de la primavera de Ígor Stravinski estalló en la escena musical, marcando la llegada de Rusia en la música del siglo XX. Entre estos dos mundos, la música de Chaikovski se convirtió en el único puente».
Su perfeccionismo, además, impulsó su deseo de alcanzar un público mayor, no sólo nacional sino internacional, que fue lo que finalmente logró. El musicólogo ruso Solomón Vólkov sostiene que Chaikovski fue quizás el primer compositor ruso en pensar sobre el sitio de su país en la cultura musical europea. Como el compositor escribe a von Meck desde París,
Qué agradable es estar convencido de antemano del éxito de nuestra literatura en Francia. Cada libro étalage contiene traducciones de Tolstói, Turguénev y Dostoyevski... Los periódicos están imprimiendo constantemente artículos muy entusiastas sobre uno u otro de estos escritores. ¡¡Quizás algún día esto también ocurra con la música rusa!!
Chaikovski se convirtió en el primer compositor ruso en dar a conocer personalmente al público extranjero sus obras así como las de otros compositores rusos. Además mantuvo lazos cercanos de negocios y personales con muchos de los principales músicos de Europa y de los Estados Unidos. Para los rusos, según Vólkov, esto era algo totalmente nuevo e inusual.

Por último, el impacto de las propias obras de Chaikovski, especialmente en el ballet, no pueden subestimarse; su dominio de las danseuse (melodías que se ajustan a los movimientos físicos a la perfección), junto con su viva orquestación, temas efectivos y continuidad de ideas eran inauditas en el género, estableciendo nuevos estándares para el papel de la música en el ballet clásico. Noel Goodwin caracteriza El lago de los cisnes como «una obra maestra imperecedera [en el género del ballet y La bella durmiente como «el ejemplo supremo de ballet clásico del siglo XIX» mientras que Wiley calificó la última obra como «potente, variada y rítmicamente compleja».

 

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