Chaikovski
escribió varias obras que son populares entre el público aficionado a
la música clásica, entre las que se encuentran Romeo y Julieta,
la Obertura 1812, sus tres ballets (El cascanueces, El lago
de los cisnes y La bella durmiente) y la Marcha Eslava. Estas,
junto con dos de sus cuatro conciertos, tres de sus
seis sinfonías numeradas y, de sus diez óperas, La dama de
picas y Eugenio Oneguin, son probablemente sus obras más familiares.
Casi tan populares son la Sinfonía Manfredo, Francesca da Rimini,
el Capricho italiano y laSerenata para cuerdas. Sus
tres cuartetos de cuerdas y tríos para piano contienen
bellos pasajes, así como sus 106 canciones siguen siendo interpretadas en recitales. Chaikovski
también escribió unas cien obras para piano, a lo largo de su vida. Brown
afirma que «aunque algunas de ellas pueden ser exigentes técnicamente, la
mayoría son composiciones encantadoras, no pretenciosas, dirigidas a pianistas
aficionados». Añade, no obstante, que «hay más atractivo e ingenio en
estas piezas de las que cabría esperar».
Ámbito
creativo
Recepción
y reputación
Aunque
la música de Chaikovski ha sido siempre popular entre el público,
frecuentemente fue juzgada duramente por músicos y compositores. Sin embargo,
su reputación como compositor de importancia está hoy en día aceptada. Su
música ha ganado seguidores en las salas de conciertos de todo el mundo, en
segundo lugar justo por detrás de Beethoven, gracias en gran parte a
lo que Harold C. Schonberg califica de «una dulce, inagotable y supersensual
fuente de melodía... con un toque de neurosis, tan emotivo como un grito desde
una ventana en una noche oscura». Según Wiley, esta combinación de melodía
sobrecargada y emoción recargada polariza a los oyentes, con un popular ruego
de la música de Chaikovski compensada con el desdén crítico hacia ella
entendida como vulgar y carente de pensamiento elevado o filosofía. Recientemente,
la música de Chaikovski ha recibido una revaluación profesional, en la que los
músicos reaccionan favorablemente a la música llena de melodías y su artesanía.
Consideraciones sobre su público
Chaikovski
creía que su profesionalidad en combinar su talento y altos niveles de calidad
en sus obras le distanciaban de sus contemporáneos del «Grupo de los Cinco».
Compartía varios ideales suyos, incluyendo un énfasis en el carácter
nacionalista en su música. Su intención era, no obstante, unir esos ideales con
un estándar lo suficientemente alto para satisfacer los criterios de Europa
Oriental. Su perfeccionismo, además, impulsó su deseo de alcanzar un público
mayor, no sólo nacional sino internacional, que fue lo que finalmente logró.
Chaikovski
pudo haberse influido del mecenazgo mayoritario denominado del «siglo XVIII»
prevalente en la Rusia de aquella época, que todavía estaba profundamente
influido por su aristocracia. En este estilo de mecenazgo, el mecenas y el
artista a menudo estarían en igualdad de condiciones. Las dedicatorias
dirigidas a los benefactores no eran un acto de humilde gratitud sino
expresiones de su asociación artística. La dedicatoria de la Cuarta
Sinfonía a von Meck se sabe que significó un sello sobre su amistad. La
relación de Chaikovski con el duque Konstantín Konstantínovich nació a partir
del fruto creativo de las Seis canciones, Op. 63, para las cuales el gran
duque escribió la letra. Chaikovski no tuvo conflictos de estilo en tocar
para los gustos del público, aunque nunca se demostró que satisficiera otros
gustos aparte del suyo propio. Los temas patrióticos y el estilismo de las
melodías del siglo XVIII en sus obras concordaban con los valores de la
aristocracia rusa.
Estilo
compositivo
De acuerdo con Brown en el New
Grove (1980), las melodías de Chaikovski van del «estilo occidental al
estilismo
de canciones populares y en ocasiones las mismas canciones
populares». Su empleo de repeticiones con estas melodías generalmente
reflejan el estilo secuencial de las prácticas occidentales, las
cuales Chaikovski extendía en una inmensa longitud, construyendo «una
emocionante experiencia de intensidad casi insostenible». Experimentó en
ocasiones con métricas inusuales, aunque usualmente, como en sus
melodías de danza, empleaba una firma, en esencia un compás regular
que «a veces se convertía en el agente más expresivo en algunos movimientos
debido a su enérgico uso».Chaikovski además practicó con un amplio rango de
armonías, desde las prácticas de las armonías y texturas occidentales
de sus primeros dos cuartetos de cuerda al empleo de la escala de tonos
enteros en el centro del final de su Segunda Sinfonía; esta última
era una práctica que solían usar el Grupo de los Cinco. Debido a que
Chaikovski escribió la mayoría de su música para orquesta, sus texturas
musicales estaban condicionadas cada vez más con los colores orquestales
que empleaba, especialmente tras la Segunda suite orquestal. Brown
mantiene que mientras que el compositor estaba habituado a las prácticas
orquestales de Occidente, él «prefería diferenciar los colores orquestales haciéndolos
más brillantes y definidos según la tradición establecida
por Glinka». Tendía a emplear más los instrumentos agudos por su
«veloz delicadeza», aunque equilibra esta tendencia con «una certera
exploración de los sonidos oscuros e incluso lúgubres de los instrumentos
de metal».
Estilo
compositivo
De acuerdo con Brown en el New
Grove (1980), las melodías de Chaikovski van del «estilo occidental al
estilismo
de canciones populares y en ocasiones las mismas canciones
populares». Su empleo de repeticiones con estas melodías generalmente
reflejan el estilo secuencial de las prácticas occidentales, las
cuales Chaikovski extendía en una inmensa longitud, construyendo «una
emocionante experiencia de intensidad casi insostenible». Experimentó en
ocasiones con métricas inusuales, aunque usualmente, como en sus
melodías de danza, empleaba una firma, en esencia un compás regular
que «a veces se convertía en el agente más expresivo en algunos movimientos
debido a su enérgico uso».Chaikovski además practicó con un amplio rango de
armonías, desde las prácticas de las armonías y texturas occidentales
de sus primeros dos cuartetos de cuerda al empleo de la escala de tonos
enteros en el centro del final de su Segunda Sinfonía; esta última
era una práctica que solían usar el Grupo de los Cinco. Debido a que
Chaikovski escribió la mayoría de su música para orquesta, sus texturas
musicales estaban condicionadas cada vez más con los colores orquestales
que empleaba, especialmente tras la Segunda suite orquestal. Brown
mantiene que mientras que el compositor estaba habituado a las prácticas
orquestales de Occidente, él «prefería diferenciar los colores orquestales haciéndolos
más brillantes y definidos según la tradición establecida
por Glinka». Tendía a emplear más los instrumentos agudos por su
«veloz delicadeza», aunque equilibra esta tendencia con «una certera
exploración de los sonidos oscuros e incluso lúgubres de los instrumentos
de metal».
Impacto
Wiley
cita a Chaikovski como «el primer compositor ruso de un nuevo tipo, totalmente
profesional, que asimiló con firmeza la maestría sinfónica de la tradición de
Europa Occidental; en un estilo profundamente original, personal y nacional en
el cual unificó el saber hacer de Beethoven y Schumann con las obras
Glinka y transformó los logros de Liszt y Berlioz en
la música programática en materias de
elevación shakesperiana y de importancia psicológica».
Chaikovski
creía que su profesionalidad en combinar su talento y altos niveles de calidad
en sus obras le distanciaban de sus contemporáneos del Grupo de los Cinco.
Compartía varios ideales suyos, incluyendo un énfasis en el carácter
nacionalista en su música. Su intención era, no obstante, unir esos ideales con
un estándar lo suficientemente alto para satisfacer los criterios de Europa
Oriental. Holden sostiene que Chaikovski fue el primer compositor
ruso profesional legitimado, afirmando que sólo las tradiciones de
música popular y la música de la Iglesia ortodoxa rusa existían antes
de nacer él. Holden continúa, «Veinte años después de la muerte de Chaikovski,
en 1913, La consagración de la primavera de Ígor
Stravinski estalló en la escena musical, marcando la llegada de Rusia en
la música del siglo XX. Entre estos dos mundos, la música de Chaikovski se
convirtió en el único puente».
Su
perfeccionismo, además, impulsó su deseo de alcanzar un público mayor, no sólo
nacional sino internacional, que fue lo que finalmente logró. El
musicólogo ruso Solomón Vólkov sostiene que Chaikovski fue quizás el
primer compositor ruso en pensar sobre el sitio de su país en la cultura
musical europea. Como el compositor escribe a von Meck desde París,
Qué agradable es
estar convencido de antemano del éxito de nuestra literatura en Francia. Cada
libro étalage contiene traducciones
de Tolstói, Turguénev y Dostoyevski... Los periódicos están
imprimiendo constantemente artículos muy entusiastas sobre uno u otro de estos
escritores. ¡¡Quizás algún día esto también ocurra con la música rusa!!
Chaikovski
se convirtió en el primer compositor ruso en dar a conocer personalmente al
público extranjero sus obras así como las de otros compositores
rusos. Además mantuvo lazos cercanos de negocios y personales con muchos
de los principales músicos de Europa y de los Estados Unidos. Para los
rusos, según Vólkov, esto era algo totalmente nuevo e inusual.
Por
último, el impacto de las propias obras de Chaikovski, especialmente en el
ballet, no pueden subestimarse; su dominio de las danseuse (melodías
que se ajustan a los movimientos físicos a la perfección), junto con su viva
orquestación, temas efectivos y continuidad de ideas eran inauditas en el
género, estableciendo nuevos estándares para el papel de la música en el
ballet clásico. Noel Goodwin caracteriza El lago de los
cisnes como «una obra maestra imperecedera [en el género del
ballet y La bella durmiente como «el ejemplo supremo de ballet
clásico del siglo XIX» mientras que Wiley calificó la última obra como «potente,
variada y rítmicamente compleja».
No hay comentarios:
Publicar un comentario